Más Allá de la Caridad: 4 Ideas Clave de la Nueva Exhortación Papal que te Harán Pensar

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Este fragmento de una transcripción de YouTube, del canal "Il Cammino dei Tre Sentieri,"  por el profesor Gnerre, ofrece un análisis y reflexión sobre la recién publicada exhortación apostólica del Papa León XIV, titulada Dilexi te. El orador comienza explicando que una exhortación apostólica es un documento eclesiástico autoritario pero de menor rango que una encíclica, y que Dilexi te se centra en la importancia de la caridad y la opción preferencial por los pobres, destacando la frase "Los pobres no son una categoría sociológica, sino la misma carne de Cristo". Si bien el análisis elogia el énfasis en las obras de misericordia, el orador expresa cierta perplejidad respecto a puntos específicos, como la sugerencia de que la preocupación de la Iglesia por los pobres comenzó con el Concilio Vaticano II. Finalmente, la crítica más significativa se centra en que la exhortación no aborda la pobreza espiritual—considerada el problema más urgente de la Iglesia—con la misma intensidad que la pobreza material.

La publicación de la nueva exhortación apostólica del Papa León XIV, "Dilexi te", ha centrado la atención en un tema familiar y fundamental para la Iglesia: el amor y el servicio a los pobres. A primera vista, podría parecer un documento que reitera principios bien conocidos de la doctrina social católica. Sin embargo, una lectura más atenta revela que, más allá de la superficie, el texto contiene intuiciones espirituales sorprendentes. Los observadores más avezados notarán sutiles pero significativos cambios de acento, que insinúan un marco pastoral y teológico distinto al que los fieles se han acostumbrado. El documento, en definitiva, plantea algunas preguntas profundas, e incluso desconcertantes, sobre la naturaleza de la pobreza y la verdadera misión de la Iglesia en el mundo contemporáneo.


Este artículo se propone explorar cuatro de las ideas más impactantes y provocadoras de esta nueva exhortación, aquellas que invitan a una reflexión que va más allá del simple activismo social.

1. Los pobres no son una "categoría sociológica", sino la "carne misma de Cristo"

Esta es, sin duda, la frase central y más poderosa de toda la exhortación, encontrada en el párrafo 103. Este reenfoque es profundamente significativo porque eleva el acto de ayudar a los pobres de una tarea meramente sociológica o económica a un elemento central y constitutivo de la vida cristiana: un encuentro directo con Cristo mismo.

La exhortación lo expresa de manera contundente:

"Los pobres no son una categoría sociológica, sino la carne misma de Cristo".

Esta perspectiva cambia radicalmente el enfoque. No se trata de resolver un "problema" social, sino de vivir una relación personal con Jesús a través de quienes sufren. Al hacerlo, el documento protege la misión de la Iglesia de ser reducida a una forma de activismo político o a una ONG, recordándonos que su fundamento es siempre cristocéntrico. La ayuda material es un efecto del reconocimiento de la centralidad de Cristo en el rostro del necesitado.

2. La verdadera caridad es un acto "litúrgico" que nace de la oración intensa

El documento presenta otra idea radical: la ayuda a los pobres no es solo una acción ética, política o económica, sino un acto "litúrgico" (párrafo 61). Esta definición integra el servicio a los necesitados en el corazón mismo del culto y la vida de adoración cristiana. No es una actividad externa a la fe, sino una expresión inseparable de ella.

Para que esta acción sea auténtica y eficaz, la exhortación subraya que debe nacer de una fuente espiritual profunda. El párrafo 77, haciendo referencia a la Madre Teresa de Calcuta como ejemplo paradigmático, afirma que es imposible ayudar adecuadamente a los pobres si esta acción no brota de una "intensísima vida de oración".

En un mundo moderno que valora la acción y los resultados por encima de la contemplación, este punto es profundamente contracultural. Un memorable episodio del siglo XIX ilustra perfectamente este principio. Durante un brote de viruela negra en París, un sacerdote se dedicaba incansablemente a cuidar a los enfermos, arriesgando su propia vida. Un periodista, asombrado, le dijo: "Padre, lo que usted hace, yo no lo haría ni por un millón de francos". El sacerdote, extrayendo un crucifijo del bolsillo de su sotana, respondió con calma: "Yo tampoco. Lo hago por Él". Para la Iglesia, según "Dilexi te", cualquier esfuerzo de caridad que no esté anclado en esta misma fuente está, en última instancia, destinado al fracaso.

3. Una visión histórica que genera perplejidad: ¿La Iglesia descubrió a los pobres en el Concilio Vaticano II?

Junto a sus profundas intuiciones espirituales, el documento presenta algunos puntos que generan cierta perplejidad. Uno de ellos se encuentra en el párrafo 84, donde la exhortación parece sugerir que la Iglesia comenzó a tomar en seria consideración a los pobres principalmente a partir del Concilio Vaticano II, citando al Cardenal Lercaro.

Esta afirmación resulta contradictoria con lo que el propio Papa León XIV expone en párrafos anteriores, donde elogia con acierto la larguísima historia de santos que, a lo largo de dos milenios, se han distinguido heroicamente en las obras de misericordia corporales. La historia de la Iglesia está repleta de figuras que hicieron del servicio a los pobres el centro de su espiritualidad mucho antes del siglo XX.

La preocupación que suscita este enfoque es que, aunque sea de forma no intencionada, podría dar pie a una narrativa errónea que presenta una ruptura en la historia de la Iglesia, contraponiendo una "nueva" Iglesia postconciliar a sus dos milenios de tradición anterior en materia de caridad.

4. La pobreza más urgente no es la material, sino la espiritual

Quizás la crítica más significativa que se puede hacer al enfoque general de la exhortación es la falta de un énfasis adecuado en la que es, sin duda, la pobreza más grave y urgente de nuestro tiempo: la pobreza espiritual. Si bien el deber de socorrer al necesitado materialmente es innegable, el documento no parece dar el peso suficiente a la tragedia de vivir sin Dios.

En una era de "descristianización" masiva, donde innumerables almas viven alejadas de Cristo y en riesgo de perderse, esta pobreza espiritual constituye la crisis más profunda. Como recordaba San Pedro Canisio, la verdadera medida de la riqueza o la pobreza es la posesión de Dios:

"Quien tiene a Dios lo tiene todo; quien no tiene a Dios no tiene nada".

Si bien es un deber cristiano ineludible dar pan a quien tiene hambre, el "pan" definitivo que la humanidad necesita es Dios mismo. Nuestro mundo, donde la pobreza material a nivel global está disminuyendo, no aumentando, es al mismo tiempo un mundo donde la pobreza espiritual —la ausencia de Dios— aumenta de forma alarmante. Este es el punto que, quizás, merecía ser subrayado con mayor fuerza.

En definitiva, "Dilexi te" es un documento de gran valor, con hermosas y profundas intuiciones espirituales sobre el verdadero significado de la caridad cristiana. Nos recuerda que el servicio a los pobres es un encuentro con Cristo y un acto de adoración. Sin embargo, al centrarse tan intensamente en la pobreza material, corre el riesgo de no abordar con la misma urgencia la crisis espiritual más apremiante de nuestro tiempo.


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Rosa Mística