María, mayo y el rosario

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Celebrando la Resurrección: Un Viaje de 50 Días

La Temporada de Pascua abarca cincuenta días, invitándonos a sumergirnos en la profunda realidad de la Resurrección de Cristo. Para evitar que la importancia de este evento se desvanezca en medio del ajetreo de abril, estas meditaciones exploran el impacto transformador de la Resurrección en nuestra vida diaria, fomentando una apreciación más profunda de sus implicaciones cósmicas y personales.

1. Los Órdenes de la Creación

La Biblia comienza con una declaración eterna: “En el principio, Dios creó los cielos y la tierra.” Dios diseñó cada capa de la existencia: el cosmos, las estrellas, la tierra y todos los seres vivos. La física moderna, como la cosmología inflacionaria, sugiere que el universo se expandió por un factor superior a un millón de billones de billones en una fracción de un nonillonésimo de segundo. En ese instante fugaz, Dios formó la luz, las estrellas, las plantas, los animales y la humanidad.

Los seres humanos, como microcosmos de la creación, encarnan la esencia del cosmos. Nuestros cuerpos comparten los elementos químicos de las estrellas, nuestro crecimiento refleja el de las plantas, nuestros sentidos se asemejan a los de los animales, y nuestro intelecto y libre albedrío evocan a los ángeles. Hombres y mujeres representan toda la creación, uniendo sus dimensiones físicas y espirituales. Sin embargo, cuando la humanidad cayó, toda la creación se vio herida, su armonía se rompió.

2. La Caída en el Jardín

Dios colocó a la humanidad en un jardín, un santuario de armonía. Pero allí, el primer hombre y la primera mujer pecaron, fracturando cada orden de la existencia dentro de nosotros. Nuestros cuerpos, antes inmortales, ahora se descomponen como la hierba. Nuestros deseos, similares a los de los animales, son difíciles de controlar. Nuestro intelecto se nubla, nuestra voluntad se debilita. El cosmos, traicionado por nuestro pecado, se vuelve hostil: tormentas rugen, plantas envenenan, animales huyen o atacan. El jardín se convierte en una selva, y la muerte nos reclama, mientras la tierra nos traga en tumbas. En Adán, el mundo cayó.

3. La Entrada Redentora de Cristo

En este cosmos roto, el Hijo de Dios descendió. Al hacerse humano, Jesús asumió cada orden de la creación: material, vivo, mamífero, racional. Como relata Hebreos 10:5-7, Cristo proclamó: “Un cuerpo me has preparado… He aquí, he venido para hacer tu voluntad, oh Dios.” A través de su cuerpo humano, Jesús se convirtió en el nuevo representante del cosmos, redimiendo obedientemente lo que se había perdido. Su encarnación fue el primer paso para restaurar todas las cosas.

4. Restauración en el Jardín

La humanidad cayó en un jardín, arrastrando al cosmos con ella. Pero donde la caída del primer Adán rompió el mundo, el levantamiento del Nuevo Adán lo renovó. Tras su Resurrección, María Magdalena confundió a Jesús con el jardinero (Juan 20:15), y tenía razón profunda. Jesús, el Creador que plantó el jardín original, regresó como el Nuevo Jardinero, restaurando a la humanidad y al cosmos. En ese jardín de resurrección, el mundo fue rehecho, destinado a la gloria.

5. Un Mundo Renovado

Romanos 8:19-22 captura el anhelo de la creación: “Toda la creación espera con ansia que se revele a los hijos de Dios… esperando ser liberada de su esclavitud a la decadencia.” La Resurrección garantiza que la humanidad y el universo serán transformados en el Cielo. La Pascua coincide con la primavera, cuando la vida despierta, reflejando la victoria de Cristo sobre la muerte. La humanidad, antes perdida, está redimida; el cosmos, antes caído, ahora está destinado a la glorificación.

 

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Rosa Mística