La liturgia por Cardenal Sarah

Abisso di luce. La liturgia attraverso gli scritti di don Divo Barsotti, un volumen editado por Aurelio Porfiri y publicado por Edizioni Ares. El libro es un itinerario profundo en la visión litúrgica del sacerdote y místico florentino, fundador de la Comunidad de los Hijos de Dios y figura espiritual de extraordinaria relevancia, actualmente en el centro de un proceso de beatificación




Discurso del Cardenal Robert Sarah sobre  la liturgia a propósito del libro Abisso di luce (Aurelio Porfiri)

 Es un honor para mí estar hoy entre vosotros. Lamento profundamente que Aurelio no

 pueda estar con nosotros, pero oramos por su salud. Con gran alegría me uno a vosotros

 para presentar este libro, Abisso di luce, que nos invita a redescubrir el significado pro

fundo de la liturgia a la luz de los escritos de Divo Barsotti. Agradezco al autor, Aurelio

 Porfiri, por ofrecernos esta valiosa reflexión que nos ayuda a comprender que la liturgia es

 mucho más que un conjunto de ritos: es una inmersión en el misterio de Dios, un abismo

 de luz en el que el alma se pierde para encontrarse renovada, santificada y divinizada.

 Hoy, más que nunca, es crucial redescubrir la presencia de Dios en la celebración eucarís-

tica, y los escritos de Divo Barsotti nos muestran ese conocimiento esencial que va a la

 raíz y sigue profundizando.


 Por ello, el libro que presentamos hoy se erige como una fuente fundamental para la forma

ción litúrgica de los fieles, especialmente en un momento histórico en el que necesitamos

 redescubrir la liturgia como la teología primera y el valor de su dimensión trascendente.

 Para ayudaros a comprender la importancia de este autor, propongo cuatro imágenes

 que espero sean útiles para vuestra meditación personal. La primera imagen es la liturgia

 como lugar de adoración y silencio.


 Divo Barsotti, gran amante de la belleza, nos enseña que la liturgia es el lugar donde lo

 divino se manifiesta, donde el alma está llamada a entrar en comunión con Dios. Hoy,

 lamentablemente, asistimos a una profunda crisis del sentido litúrgico. Con demasiada

 frecuencia, la liturgia se reduce a un espectáculo humano, a un entretenimiento o a un

 momento de agregación social, olvidando que es, ante todo, adoración. La liturgia es

 arrodillarnos en silencio ante Aquel que está sentado en el trono, adorarlo y postrarnos

 ante Dios, deponiendo nuestra corona de orgullo ante su trono, diciendo: Digno eres,

 Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú creaste todas las

 cosas (Ap 4,11). Por eso, es esencial redescubrir el valor del silencio en la liturgia, como

 afirma Barsotti al meditar sobre las palabras del Apocalipsis tras la apertura del séptimo

 sello (Ap 8,1). Sin silencio no hay escucha de Dios, y sin silencio ni escucha, la liturgia

 pierde su fuerza transformadora.


 En El poder del silencio, quise destacar que el encuentro con Dios se realiza en el silencio

 adorador. La liturgia debe ser el lugar donde nuestro corazón se abra a Dios, sin distrac-

ciones, sin protagonismos, sin ruido. La liturgia debe guiar al cristiano hacia el Señor

 que lo espera. Por eso, la liturgia se basa en los libros litúrgicos, donde se alternan sabia

mente lecturas, cantos y silencios. No puede ser un escenario de entretenimiento donde,

 en un ambiente ruidoso, se pierde la dimensión trascendente. El silencio litúrgico es una

 disposición esencial del alma que debemos respetar.


 La conversión del corazón etimológicamente, convertir significa volverse hacia Dios es

 fundamental. No hay verdadero silencio en la liturgia si no nos dirigimos con todo el

 corazón, y también con asombro, hacia el Señor. Debemos convertirnos, volver al Señor,

 contemplarlo y postrarnos a sus pies para adorarlo. Por tanto, debemos reflexionar sobre

 el verdadero significado de este lugar donde el Espíritu nos lleva a recibir lo que se ofrece

 en la liturgia y preguntarnos cómo nos ayuda a realizar ese encuentro con Dios, que es el

 corazón de la liturgia eucarística.


La segunda imagen es la liturgia como primacía de Dios y centralidad de Cristo. Un

 segundo aspecto que emerge del pensamiento de Divo Barsotti, y que encontramos en

 este libro de Aurelio Porfiri, es la centralidad de Cristo en la liturgia. La liturgia no es

 un espacio para la expresión personal. No somos nosotros quienes hacemos la liturgia; es

 la liturgia la que nos transforma, y el encuentro con la belleza genera, a su vez, belleza,

 tanto en el arte como en la santidad de vida de los cristianos. Sin embargo, con demasiada

 frecuencia corremos el riesgo de ponernos en el centro de la liturgia, priorizando nuestras

 emociones, preferencias o interpretaciones subjetivas. Pero la liturgia no es una obra

 humana: es opus Dei, opus Trinitatis, es obra de Dios. Él es el verdadero protagonista

 de la celebración eucarística. Como afirmó el Papa Benedicto XVI, la incomprensión de

 la reforma litúrgica, que se ha extendido ampliamente en la Iglesia católica, ha llevado a

 enfatizar el aspecto educativo, la actividad propia y la creatividad humana. Las acciones

 humanas casi han hecho olvidar la presencia de Dios. En tal situación, se hace evidente

 que la existencia de la Iglesia depende de la correcta celebración de la liturgia, y que la

 Iglesia está en peligro cuando el primado de Dios no se refleja en la liturgia ni, por ende,

 en la vida. La causa más profunda de la crisis que ha sacudido a la Iglesia radica en el

 oscurecimiento de la prioridad de Dios en la liturgia. Es el lugar donde Cristo se ofrece al

 Padre por la salvación del mundo, y nosotros estamos llamados a unirnos a este sacrificio

 con humildad y adoración.


 Por ello, es esencial que la celebración litúrgica mantenga siempre el sentido de lo sagrado,

 del misterio y de la trascendencia. Cuando la liturgia pierde su sacralidad y se vuelve

 demasiado horizontal, deja de ser ese abismo de luz del que habla Barsotti y se convierte

 en una mera representación humana, una exhibición cultural vacía de fuerza espiritual.

 El centro es Cristo, a quien debemos conocer, amar e imitar para vivir la vida trinitaria

 en Él y transformar, junto con Él, este mundo degradado y doliente que ha perdido de

 vista a Dios.


 Somos víctimas de la superficialidad, el egoísmo y el espíritu mundano. Nos perdemos en

 un activismo vano, cargados de vanidad y pretensiones que reflejan una voluntad de poder.

 En la búsqueda de reconocimiento o de puestos profesionales y eclesiásticos, aceptamos

 compromisos indignos, pero todo esto se desvanece como el humo. La única realidad que

 merece nuestra atención es Dios mismo. Y Dios, amándonos, guarda silencio, esperando

 nuestro silencio contemplativo para revelarse.


 La tercera imagen es la liturgia como camino de santificación y conversión. Divo Barsotti

 nos enseña que la liturgia es una experiencia transformadora que nos convierte y nos

 lleva a la santidad. No se trata solo de participar en la Santa Misa como un evento social,

 sino de dejarnos moldear por el misterio que celebramos. Cuántas veces entramos en una

 iglesia con un corazón distraído, superficial o incluso mundano, incapaz de percibir la

 grandeza del misterio que se realiza en el altar. La liturgia, en cambio, es el lugar donde

 Dios nos toca, nos renueva y nos llama a ser santos. Por eso, debemos redescubrir la

 belleza de la liturgia, vivida con recogimiento, fe y amor. Esa belleza, que Barsotti ve

 en el genio japonés sobrio, pobre y capaz de conquistarnos con una luz de pureza, nos

 inspira.


 Permítanme concluir con un llamamiento. Hoy necesitamos una reforma de la liturgia,

 pero no una reforma estética o funcional, sino una reforma espiritual, una conversión

 profunda que nos lleve a vivir la liturgia como un encuentro personal e íntimo con Dios.


Como afirma nuestro autor, la liturgia es el llamado de Dios a la puerta de nuestra alma,

 que busca despertarnos a la vida verdadera. La verdadera urgencia es devolver a Dios el

 primado en nuestra vida y encontrarlo en el silencio de nuestras celebraciones litúrgicas.

 Lo que la Iglesia necesita hoy no es una nueva estrategia de comunicación, una logística

 renovada o un programa pastoral más sofisticado. El programa, como afirmó San Juan

 Pablo II, siempre ha existido: es el Evangelio y la tradición viva. El valor de este libro

 radica en que nos ayuda a comprender que la liturgia trasciende lo que experimentamos

 externamente. Es un misterio de gracia, un abismo de luz en el que estamos llamados a

 sumergirnos con fe. Por ello, urge una formación litúrgica profunda, comenzando por los

 seminaristas, para que los futuros sacerdotes se enamoren de la liturgia y transmitan ese

 amor al pueblo de Dios.


 Queridos amigos, os invito a leer y meditar con corazón abierto este libro de Aurelio

 Porfiri, para que nos ayude a redescubrir la liturgia como experiencia de Dios, lugar de

 encuentro y adoración, y fuente de vida y luz. Os agradezco y os pido que me recordéis

 en vuestras oraciones. Gracias.





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Rosa Mística