La vida privada de Jesús - tras su natividad
El Cumplimiento de la Ley por la Familia de Jesús y la Relación con el Antiguo Testamento: La Ley y la Gracia en los Pasajes de Lucas 2:22-38
En el Evangelio de Lucas, la presentación de Jesús en el templo (Lucas 2:22-38) revela profundos significados teológicos sobre el cumplimiento de la Ley mosaica y la relación entre la Antigua y la Nueva Alianza. Este episodio no solo destaca la fidelidad de la Sagrada Familia a las prescripciones legales del pueblo de Israel, sino también anticipa la transición de la Ley hacia la plenitud de la gracia en Cristo. Este artículo explora estas dimensiones desde la perspectiva de la teología y la dogmática católica.
La Presentación de Jesús y el Cumplimiento de la Ley
La Ley mosaica estipulaba que todo primogénito varón debía ser presentado al Señor (cf. Éxodo 13:2, 12-15) y que las madres, después de dar a luz, debían purificarse (cf. Levítico 12:2-8). Lucas nos muestra cómo María y José cumplen estas prescripciones con absoluta obediencia: “Cuando se cumplieron los días para la purificación de ellos, según la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor” (Lucas 2:22).
La Sagrada Familia se somete a la Ley no por necesidad, sino por fidelidad al plan divino y para ratificar la continuidad entre la Antigua y la Nueva Alianza. María, inmaculada y sin pecado, no necesitaba purificación; Jesús, el Hijo de Dios, no necesitaba ser presentado como propiedad divina. Sin embargo, su cumplimiento ejemplar de la Ley subraya que Cristo no vino a abolirla, sino a darle plenitud (cf. Mateo 5:17).
Simeón y Ana: Testigos de la Ley y la Gracia
El encuentro con Simeón y Ana en el templo añade una dimensión profética y teológica. Simeón, un hombre “justo y piadoso” (Lucas 2:25), movido por el Espíritu Santo, proclama a Jesús como la salvación preparada “para todos los pueblos: luz para revelación a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel” (Lucas 2:30-32). Esta proclamación se relaciona directamente con las promesas mesiánicas del Antiguo Testamento, especialmente con las profecías de Isaías sobre el Siervo de Yahvé como luz para las naciones (cf. Isaías 42:6; 49:6).
Ana, por su parte, es descrita como una profetisa que vivía en una constante actitud de oración y ayuno. Su testimonio también enmarca la transición entre la Ley y la gracia, ya que reconoce en el niño Jesús la redención esperada por Jerusalén (Lucas 2:38). Ambos personajes encarnan la esperanza de Israel y representan la unión entre la piedad mosaica y la apertura al nuevo tiempo inaugurado por Cristo.
La Ley y la Gracia: Una Perspectiva Católica
Desde la teología católica, la Ley mosaica tiene un carácter pedagógico: fue dada para guiar al pueblo de Israel hacia una relación más plena con Dios y preparar el camino para la llegada del Mesías (cf. Gálatas 3:24). Sin embargo, su cumplimiento pleno sólo se alcanza en Cristo, quien no solo observa la Ley, sino que la eleva al plano de la gracia.
El Catecismo de la Iglesia Católica explica que “la Antigua Ley es un pedagogo que conduce a Cristo” (CEC 708). En Jesús, la Ley encuentra su sentido definitivo, ya que él es la “plenitud de la Ley” (cf. Romanos 10:4). La presentación en el templo, así como las palabras de Simeón, muestran cómo la Ley mosaica estaba orientada hacia el cumplimiento de la promesa de salvación universal, que ahora se revela en Cristo.
La Espada que Atraviesa el Alma
En su profecía, Simeón anuncia a María: “Una espada atravesará tu propia alma” (Lucas 2:35). Esta declaración apunta al sufrimiento redentor de Cristo, que será también compartido por su Madre. En la teología católica, María es reconocida como Corredentora en virtud de su participación única en el plan salvífico. Su obediencia a la Ley mosaica en la presentación de Jesús prefigura su obediencia total al designio divino, incluso en el Calvario.
Conclusión
El relato de la presentación de Jesús en el templo es un puente entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, entre la Ley y la gracia. La fidelidad de la Sagrada Familia a la Ley mosaica no es un mero cumplimiento ritual, sino un acto de perfecta obediencia y amor que inaugura la economía de la gracia. Simeón y Ana, como testigos de esta transición, nos invitan a reconocer en Jesús al cumplimiento de todas las promesas divinas.
Desde la perspectiva católica, este pasaje nos enseña que la Ley mosaica, aunque sagrada y necesaria en su tiempo, encuentra su verdadero significado en Cristo. En él, la humanidad pasa de la obediencia a la Ley a la vida en la gracia, una vida que culmina en la salvación eterna para todos los que creen y perseveran en el amor a Dios.
Los textos de Lucas que nos muestran a Jesús en su infancia y adolescencia.
1. Presentación en el templo
Este evento ocurrió cuando Jesús era un bebé, siguiendo la ley judía que estipulaba que el primogénito debía ser presentado al Señor.
Pasaje:
- Lucas 2:22-40
"Cuando se cumplieron los días para la purificación de ellos, según la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor (como está escrito en la ley del Señor: 'Todo varón que abra el seno materno será llamado santo para el Señor') y para ofrecer un sacrificio conforme a lo dicho en la ley del Señor: 'Un par de tórtolas o dos pichones.'"
Este pasaje incluye el encuentro con Simeón, quien reconoce a Jesús como el Salvador, y la profetisa Ana, que también habla de Jesús.
Estos son los pasajes específicos que cubren la presentación en el templo y el relato de su adolescencia. Si necesitas más detalles o contextos relacionados, házmelo saber.
Encuentro con Simeón
Lucas 2:25-35
"Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel, y el Espíritu Santo estaba sobre él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo. Cuando los padres de Jesús lo trajeron para cumplir por él el rito de la ley, él lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios, diciendo:
'Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra, porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos: luz para revelación a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel.'
Y su padre y su madre estaban maravillados por lo que se decía de él. Simeón los bendijo, y dijo a María, su madre:
'Mira, este está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha (y una espada atravesará tu propia alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones.'"
Encuentro con Ana
Lucas 2:36-38
"Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era muy anciana y había vivido con su marido siete años desde su virginidad, y viuda hasta los ochenta y cuatro años. No se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones.
Llegándose en ese mismo momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén."
2. Jesús en el templo a los 12 años
Este es el único episodio conocido de la infancia de Jesús después de su presentación en el templo. Se relata cómo Jesús, con 12 años, se queda en el templo dialogando con los maestros de la Ley.
Pasaje:
- Lucas 2:41-50
"Sus padres iban todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta. Al regresar ellos, terminados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo José y su madre. Pensando que estaba en la compañía de los que viajaban, anduvieron camino de un día, y lo buscaron entre los parientes y conocidos; pero como no lo hallaron, volvieron a Jerusalén en busca de él. Y aconteció que, tres días después, lo hallaron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y preguntándoles. Todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y de sus respuestas."
Este evento concluye con la conocida frase de Jesús a sus padres:
"¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que debo estar en los asuntos de mi Padre?"