La Moral Cristiana y el Evangelio de Cristo: Un Encuentro Necesario
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 10, 9-18
Hermanos:
Si profesas con tus labios que Jesús es Señor, y crees con tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo. Pues con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con los labios se profesa para alcanzar la salvación.
Pues dice la Escritura:
«Nadie que crea en él quedará confundido».
En efecto, no hay distinción entre judío y griego, porque uno mis m es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan, pues «todo el que invoque el nombre del Señor será salvo».
Ahora bien, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído?; ¿cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar? ¿cómo oirán hablar de él sin nadie que anuncie? y ¿cómo anunciarán si no los envían? Según está escrito:
«¡Qué hermosos los pies de los que anuncian la Buena Noticia del bien!».
Pero no todos han prestado oídos al Evangelio. Pues Isaías afirma:
«Señor, ¿quién ha creído nuestro mensaje?».
Así, pues, la fe nace del mensaje que se escucha, y la escucha viene a través de la palabra de Cristo.
Pero digo yo: ¿Es que no lo han oído? Todo lo contrario:
«A toda la tierra alcanza su pregón, y hasta los confines del orbe sus palabras».
La moral cristiana y el Evangelio de Cristo suelen mencionarse juntos como si fueran dos caras de una misma moneda. Aunque están íntimamente relacionados, es fundamental distinguir entre ambos conceptos para comprender cómo se complementan en la vida del creyente y en la sociedad.
La Moral Cristiana: Fundamento Ético
La moral cristiana es el conjunto de normas, valores y principios que se derivan de la enseñanza cristiana sobre lo que es bueno y justo. Se basa en los mandamientos, las enseñanzas de Jesús y la tradición de la Iglesia. Por ejemplo, principios como la justicia, la caridad y la verdad son pilares de esta moral.
Sin embargo, la moral cristiana no es un fin en sí misma. Su propósito es guiar al ser humano hacia una vida que refleje el amor de Dios y promueva el bien común. En este sentido, la moral cristiana se convierte en un lenguaje ético que cualquier sociedad, cristiana o no, puede entender y adoptar. Su universalidad radica en valores como la dignidad humana, el respeto mutuo y el rechazo de la violencia, elementos esenciales para la convivencia social.
Desde esta perspectiva, la moral cristiana actúa como un "puente social". Ayuda a construir una sociedad más justa y solidaria, incluso cuando no todos comparten la fe en Cristo. Esto pone de manifiesto su necesidad como hecho social: la moral cristiana ofrece una brújula ética que permite a las comunidades afrontar dilemas cotidianos y estructurar leyes y normas que promuevan el bien común.
El Evangelio de Cristo: Un Llamado a la Transformación Interior
Por otro lado, el Evangelio de Cristo no es simplemente un código ético o una serie de reglas morales. Es el anuncio de una buena noticia: Dios ama a la humanidad y ha enviado a su Hijo para redimir al mundo. Este mensaje trasciende lo moral porque apunta al corazón humano, a la necesidad de una transformación radical desde el interior.
Jesús no vino a imponer un sistema moral, sino a invitar a las personas a una relación viva con Dios. Su enseñanza supera los límites de la moralidad porque implica una renovación del espíritu: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente" (Mateo 22:37). Este amor total, que incluye a Dios y al prójimo, no se puede reducir a normas, sino que exige un cambio profundo en la forma de vivir y entender la existencia.
El Evangelio desafía incluso las mejores intenciones morales, porque va más allá de lo que el ser humano puede lograr por sí mismo. Mientras la moral cristiana define lo que está bien y mal, el Evangelio llama a depender de la gracia divina para vivir de acuerdo con ese ideal.
La Necesidad de la Moral al Predicar el Evangelio
Aunque el Evangelio trasciende la moral, la moral cristiana es indispensable para predicarlo de manera efectiva. Una sociedad que carece de un marco ético difícilmente estará abierta a escuchar un mensaje espiritual. La moral cristiana, al ser comprensible y aplicable en cualquier contexto, prepara el terreno para que el Evangelio sea recibido.
Por ejemplo, si una comunidad está dividida por el egoísmo y la injusticia, los valores de la moral cristiana, como el perdón y la solidaridad, pueden comenzar a sanar esas fracturas. Al adoptar estos principios, la sociedad se vuelve más receptiva al mensaje de amor y redención que ofrece Cristo.
Además, los creyentes mismos necesitan una base moral sólida para vivir el Evangelio de manera creíble. La coherencia entre la fe proclamada y la vida vivida es esencial para el testimonio cristiano. La moral, entonces, no sustituye al Evangelio, pero lo sostiene y le da credibilidad ante el mundo.
La moral cristiana y el Evangelio de Cristo tienen roles diferentes pero complementarios. Mientras la moral ofrece una guía para una convivencia justa y ordenada, el Evangelio transforma el corazón humano desde la raíz. Juntos, forman un camino integral que une el llamado ético con la dimensión espiritual, mostrando que la fe cristiana no solo apunta al cielo, sino también al corazón de la sociedad.