Teología de la Liberación
EL AÑO HISTÓRICO DE 1968. Ricardo Ribera
La conferencia episcopal de Medellín.El Concilio Vaticano II se desarrolló entre1963 y 1965. Lo impulsó el Papa Juan XXIII y lo llevó a su culminación su sucesor,Paulo VI. Marcó una importante renovación de la Iglesia Católica, en dirección a saliral encuentro de los cambios propios del mundo moderno y de acercamiento al sentir yal sufrir de los fieles. Señaló como prioridad la evangelización y la labor pastoral, de talmodo que la Iglesia-institución se pusiera al servicio de la Iglesia-misión. La misión esanunciar la buena nueva y denunciar el pecado en el mundo; ayudar al advenimiento yconstrucción del Reino de Dios entre los hombres. No simplemente esperar al Día delJuicio Final, sin hacer nada que contribuya a su concreción histórica. Se desprende deahí que las bases de la Iglesia universal sean las comunidades de base.La Iglesia católica analiza su papel en el mundo y para el mundo. La palabra "iglesia"significa "pueblo que peregrina", es decir, grupo de hombres y mujeres que para seriglesia no se salen de la historia. Insertarse en ella y en la sociedad con sus problemasy contradicciones es tarea prioritaria, pues el pecado es ante todo la injusticia que hay.La paz debe basarse en la justicia. Surge del Concilio una nueva sensibilidad social yun renovado compromiso hacia los pobres y los oprimidos. Se retoma el espíritu de losprimeros siglos de cristianismo, el de la vivencia comunitaria y de la persecución.El mensaje del Concilio Vaticano II fue reiterado y puntualizado en la encíclica papal"Populorum progressio" en 1967. En agosto de ese mismo año se realizó el encuentrode Obispos del Tercer Mundo que lanzó un pronunciamiento en el que se reflejaba lanueva conciencia eclesial. Si la Iglesia se volcaba al mundo, su postura se radicalizaba
Ahí donde el mundo era pobre y oprimido. No podía ser de otra forma. En enero de1968 uno de los obispos brasileños, Monseñor Fragoso, exponía: "El Evangelio es labuena nueva de la liberación de todos los hombres en Cristo... Cristo no vino sólo aliberar al hombre de sus pecados; vino a liberarlo de las consecuencias de su pecado.No tengamos miedo de ser llamados "subversivos", si nuestra conciencia nos dice queestamos tratando de "subvertir" un desorden moral que está ahí."Entre agosto y septiembre de 1968 se celebró la Segunda Conferencia del EpiscopadoLatinoamericano en Medellín, Colombia. Los obispos allí reunidos constataban que elcontinente latinoamericano "vive un momento decisivo de su proceso histórico". Habíaque estar atento a "los signos de los tiempos". No se podía permanecer indiferente o almargen. No, cuando estaba en juego la emancipación de América Latina, la liberaciónde sus pueblos. La miseria, concluían, "es una injusticia que clama al cielo".Su Santidad Paulo VI, en el discurso de saludo y apertura sostenía "nuestra fuerzaestá en el amor". El Papa puntualizaba que "la transformación profunda y previsora dela cual en muchas situaciones actuales tiene necesidad la sociedad, la promoveremosamando más intensamente y enseñando a amar". Pero a este propósito el Pontífice sepreocupó de ser específico: "ni el odio ni la violencia son la fuerza de nuestra caridad.Entre los diversos caminos hacia una justa regeneración social, nosotros no podemosescoger ni el del marxismo ateo, ni el de la rebelión sistemática, ni tanto menos el delesparcimiento de la sangre y el de la anarquía."En su mensaje a los Pueblos de América Latina la Conferencia de Medellín hacía unllamado "a los hombres de buena voluntad a colaborar en la verdad, la justicia, el amory la libertad". De manera más concreta se definía la misión pastoral en "contribuir a lapromoción integral del hombre y de las comunidades del continente". Decía: "estamosen una nueva era histórica. Ella exige claridad para ver, lucidez para diagnosticar ysolidaridad para actuar." Pero esa visión, diagnóstico y acción requerían de datos y deanálisis que solamente las ciencias sociales podían proporcionar. Había que recurrir ala economía, la sociología, la antropología, la ciencia política...El encuentro de la teología latinoamericana con el marxismo teórico era inevitable enese contexto. No dejaría de estar presente, aunque fuera en forma de diálogo y no deuna simple aceptación sin más, en las formulaciones de la teología de la liberación queinspiraría Medellín. Por otro lado, en la vida real de las comunidades y del movimientoliberador se encontraban codo con codo, trabajando juntos, cristianos y marxistas. Lasrelaciones cotidianas de labor organizativa y de lucha reivindicativa limaban asperezasy desconfianzas mutuas. Por lo general los marxistas aportaban capacidad de análisisy experiencia en el trabajo clandestino, los cristianos capacidad de movilización, deconcientización y compromiso personal trascendente. Juntas las dos corrientes eranun torrente social que se volvía incontenible en un continente empobrecido y desigual.A partir de Medellín y de las elaboraciones de los teólogos de la liberación surgiría unpoderoso movimiento de comunidades de base que se constituían en masivos núcleosde organización del campesinado. La "opción preferencial por los pobres" inspiraba sulabor pastoral, que se expandía rápidamente. Se desarrollaba como "iglesia popular" yprovocaba una importante fractura en el seno de la Iglesia católica latinoamericana,con parte de la jerarquía más tradicionalista y a menudo comprometida con el poder ycercana a las oligarquías locales. Era propio del signo de los tiempos: en una épocade luchas sociales y guerras civiles, también los cristianos se dividían y resultaban enbandos opuestos. Los asesinatos de sacerdotes y religiosas, acaecidos sobre todo enCentroamérica, no hacían sino ahondar esa división, cuando El Vaticano ya no vibrabaen el espíritu del Vaticano II y de Medellín. Pero la impronta dejada en la sociedad erahonda, sobre todo tras el martirio de los jesuitas y de los obispos Romero y Gerardi.
http://www.uca.edu.sv/facultad/chn/c1170/ribera6.pdf
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