ACOGER SIN TEMER LA SEMILLA QUE BROTA EL FRUTO DEL AMOR EN LA TIERRA OBSCURA QUE NOS DA MIEDO




  --  Cuando todo parece desmigajarse, cuando entre las manos no nos encontramos nada mas que quiebras, cuando fuerte es la tentación de abandonarlo todo, resuenan las palabras de Jesús, un bálsamo de verdad que nos reconduce a la paz de la Verdad. Todo el Evangelio està recorrido por una línea roja de locura. La necedad de la Cruz, que Pablo estigmatiza muchas veces. El Evangelio - pero también el antiguo Testamento - nos arrastra a menudo en un trompo violento, y nos encontramos rebotados, extranjeros en un mundo que no nos pertenece. Es el Reino de Dios descrito en las parábolas del Evangelio de hoy. Jesús se detiene muchas veces sobre la importancia de la escucha, del modo en que se escucha, de las orejas adecuadas a entender. Igualmente, reprocha quien no puede escuchar porque cogido de la carne y el demonio, cerrado en las seduciones del mundo y su mentalidad. Las parábolas de hoy no son azucarados a consolar y a invitar a la paciencia. No son solo éso. Hace falta ante todo tener oreja abierta para comprender de qué se habla. Hace falta haber sido arrastrados fuera de las propias seguridades, de los esquemas, por quiebras y angustias, y haber saboreado algo de totalmente diferente, el vino nuevo del Reino. Hace falta estar en camino, en conversión. Quien està instalado, aun vea desmigajarse la vida entre las manos, no comprenderá nada de estas parábolas. Les tomará como utopía o con sensiblería, pero no desplazarán de un centímetro su sentir profundo. Se trata de las confianzas de Jesús a sus amigos, de los misterios del Reino reservados a sus electos. En el Evangelio de hoy se hace eco de la palabra Apóstol a propósito de la siega. Más precisamente donde leamos "aplica en seguida la hoz" el original griego tiene "apostellei" que significa enviar, donde deriva la palabra apóstol, también utilizado a propósito de la llamada y la misión de los Doce. Para comprender la palabra apostello hace falta referirse al entorno hebreo en el que ha nacido el Nuevo Testamento. El "schaliah", traducido con Apostello, en hebreo es un procurador en el que es considerado presente el que lo ha mandado. El Talmud repite más que veinte veces que "El schaliah de una persona es otro él mismo." Así es, por ejemplo, por Eleazar, el siervo-schaliah de Abraham, con ocasión de la boda de Isaac, al punto que el matrimonio fue considerado definitivo cuando Eleazar eligió Rebeca y consintió. En el Nuevo Testamento la conciencia de un schaliah de ser otro él mismo de quién lo mandó, del plan de la ficción jurídica pasa al de una realidad mística y existencial. Por el Espíritu Santo Cristo vive en los Apóstoles que lo representan no sólo jurídicamente, sino que ellos mismos llegan a ser su presencia. El apóstol de Cristo es el propio Cristo, su poder expresa por medio de ellos, lo que atarán en la tierra será atado en el Cielo. Esta profunda intimidad es la llave de las Parábolas del Evangelio de hoy. El apóstol tiene el mismo sentir de Aquel que lo ha mandado, tiene su pensamiento dirá San Pablo. Si hay una perfecta identidad entre el apóstol y Jesús, también hay entre el Señor y el Reino de los Cielos. Él mismo es el Reino de la parábola, el Padre que echa la semilla que cae en tierra, muere y resurge. Por el Misterio Pascual el Reino de Dios es sembrado irrevocablemente en la historia, en cada generación. Ello sigue las etapas de desarrollo de una semilla. Es la Gracia que lo fecunda, que protege de ello los principios, que lo lleva a maduración. Asì Jesús dice que la tierra produce espontáneamente, literalmente sin una causa explicable - como ha sido por Él mismo en el seno de Maria - tallo, espiga y grano lleno. En este momento entran en juego los apóstoles, los otros él mismos del sembrador, que son enviados, por la predicación, a recoger el trigo ya listo. Por eso en el Evangelio de Juán Jesus invita los discípulos a mirar los campos que ya estan madurando por la siega; Jesús tiene que comer un pan diferente, desconocido hasta a entonces, la obra de Quien que lo ha mandado, la Cruz en rescate para cada hombre. Jesús ve proféticamente su misterio de Pascua como un fruto maduro, e invita a sus discípulos a levantar la mirada y a tener su mismo pensamiento, los mismos ojos proféticos sobre el mundo y sobre los hombres. "Porque se alegra junto quién siembra y quién siega", porquehay completa identidad entre ellos, porque son una misma persona. Jesús en su predicación dice que el Reino està cerca, mientras a los apóstoles enviadosdos en misión encomienda de anunciar que el Reino de Dios viene con ellos. Se trata de Él que està cerca, y de ellos que llevan a Cristo dentro y por eso viene con ellos; es mismo Reino. Ello es como un hombre que echa la semilla..., y aquel hombre es Cristo. Él ha echado su vida hasta dentro de la tumba, y abajo en los avernos. Su sangre ha rociado los siglos y las generaciones, y ha dado vida, y ha hecho crecer, y ha hecho resucitar del pecado y de la muerte. Los apóstoles son enviados a recoger, por Él y en Él, su victoria. ¡El anuncio del Evangelio ya es la siega! Este el trompode las parábolas de hoy. Es un cambio radical de perspectiva. No hay medidas y parámetros humanos al éxito de la evangelización. Asì el Señor utiliza la metáfora del grano de mostaza, el más pequeño entre semillas de la tierra. ¿Pero como, por la obra más importante, por la salvación de cada hombre, se habla de mostaza? ¡Ciertamente, y no puede ser de otra manera! Ella es una metáfora para decir que el pensamiento de Dios no es el pensamiento del hombre. Sus caminos no son los nuestros. Y Pedro será apostrofado como satanas, y hechado detrás, a seguir las huellas de Jesús dirigidas a Jerusalén, porque no piensa según Dios sino según los hombres. El éxito de la evangelizacion ya es, aunque todavía no. Ya es porque Cristo ha vencido la muerte, y la semilla invencible de su victoria ya està obrando, misteriosamente, en el mundo. Todavía no porque la carne impide la plenitud, reservada al Cielo. Sobre esta certeza la Iglesia ha dejado el Monte de las Beatitudes y se ha lanzado sobre las sendas del mundo, hasta a los extremos confines de la tierra. Y enflama la urgencia, porque el invierno ha pasado, porque el mundo muere, y las entrañas de Dios braman de compasión en el corazón de la Iglesia. Ella sabe que en todo sitio hay granos llenos que segar. Y ellos no son otros que el rebaño de los electos que serán segados, es decir llamados, para hacer presente, en el mundo, la victoria de Cristo, primicias de su Reino celestial. La sal, la luz, la levadura. Otros, misteriosamente, quizás al final de los tiempos, serán recogidos en los graneros del Cielo. Otros, no obedeciendo a la Palabra, estrangulando orgullosamente el eco del anuncio que viene a segar lo que ya ha sido sembrado, se condenará. Es la libertad, el amor gratuito de Dios. El Evangelio nos invita pues a convertirnos de nuevo, a salir de nuestros esquemas, a dejarnos atraer en la intimidad de Cristo, a tener su mente, que es la mente de Dios, el conocimiento profundo de su Misterio de que habla San Pablo. Los tiempos no son dados a conocer, pero por quien tiene la certeza del cumplimiento de la salvación, por quien vivas en Cristo, por sus apóstoles, eso no constituye problema. Ciertamente las tentaciones de desaliento son cotidianas. La evangelización no es un paseo: porque el anuncio resuene y haga aparecer el grano maduro hace falta que reproduzca elmismo sonido, la nota capaz de liberar en los corazones la música escondida: la Pasión del Señor. Por eso la historia de la evangelización ha sido y siempre será historia de martirio, de soledad, de humano fracaso. Pero la paciencia del apóstol, prueba de su elección, està basada en la certeza inquebrantable de la victoria de Cristo, Palabra definitiva sobre la historia. Ser partícipes de la Cruz y la persecución es motivo de jactancia y honor, no cierto de duda y desaliento. Pero la fe es un camino, la certeza no es rento de alquimias. Hace falta experimentar, poco a poco, en la propia vida, la presencia de Cristo, y así dejar el mundo y sus criterios para arribar al pensamiento y al sentir de Cristo. Y vivir como dentro de una profecía acabada pero todavía no visible. Y aprender a ver, en el desierto, los ríos de agua viva prometida. Es como un riachuelo de agua bajo las rocas, invisible a quién pretende de ver, todavía antes del manantial, un río en su fluir majestuoso. Pero el riachuelo està, y se hace manantial, y luego arroyo y luego río, y luego mar. Así para un apóstol es razonable cuanto por el mundo es irrazonable, también su misma vida, echada como una semilla sobre tierra árida, la locura mas sabia. La vida escondida con Cristo en Dios, el pensamiento fijo en el Cielo, para reconducir a su Patria, cada hijo extraviado en la oscuridad de la roca, en el secreto de la soledad. Así vive cada instante la Iglesia, semilla invisible, pisada, pero adentro la fuerza y la omnipotencia de Dios. La Iglesia que enseña al mundo el descanso y la Vida justo en las ramas extendidas de la Cruz, sus hijos perseguidos en el martirio de la historia. La Iglesia ya es un refugio por las Naciones, los paganos envueltos por las tinieblas de la mentira, simbolizados en las palabras de Jesús de los pájaros; pero todavía no, porque el Evangelio tiene que ser anunciado a cada criatura. Sólo entonces será el fin, y los brazos crucificados de Cristo podrán, eternamente, atraer todos a si. La Iglesia que quema del mismo celo de su Dios, la hoz del anuncio en cada rincón de la tierra, en la esperanza, en la fe y en la caridad que son el corazón y la mente de Dios. -----

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Rosa Mística