El principal mandamiento
AQUI UN COMENTARIO CATEQUETICO
https://youtu.be/VTEAXb-1yS0
MC 12,28b-34
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DISCERNIMIENTO Y FIDELIDAD SÓLO SON POSIBLES EN CRISTO POR MEDIO DE LA COMUNIDAD
Nos despertamos un jueves de junio, estamos a punto de enhebrarnos en uno de los muchos y normales días del año, y quizás no imaginemos que hoy puede convertirse en un día decisivo. Vemos porque. En el Evangelio aparece de nuevo alguien que se acerca a Jesús para hacerle una pregunta. Pero esta vez parece que hay alguien que busca de veras una respuesta: "¿cual es el primero de todos los mandamientos?". Entre muchas preguntas- trampa por fin he aquí la único importante, al punto que despues de haber respondido, "nadie osará más interrogar" a Jesus... tampoco nosotros. El término "mandamiento" traduce diferentes terminos hebreos que además significan una "palabra que confía un encargo." Según la tradición de Israel, los mandamientos siempre son "palabras de vida, el camino que conduce al éxito de la vida por el cumplimiento de la misión confiada. También veámoslo en italiano: "co - mandar", o bien "mandar, mandar con" un encargo. La pregunta del "escriba" puede significar: "¿Qué es decisivo y fundamental en la vida? ¿Cuál es el corazón de la misión que me ha sido confiada? ¿Entre las palabras que oigo cada día, cual es la que me conduce hacia el Reino de Dios?".
Nuestra vida, en efecto, es como una flecha disparada por el arco hacia un objetivo bien preciso. "Chet", uno de los términos hebreos que expresa el concepto de "pecado" significa "fracasar el blanco"; en griego es traducido con "hamartia", que significa literalmente "dirección equivocada de vida." Pues el pecado es la quiebra de nuestros mismos objetivos, un camino contrario al cumplimiento de nuestra vida. S. Augustin considera el pecado como un "bien que no ha alcanzado su objetivo." Según el Concilio Vaticano II es "una disminución para el hombre mismo, impidiéndole conseguir su misma plenitud." Es lo que en italiano se dice muchas veces: "¡qué pecado! O sea, que lastima. También hoy tendremos que afrontar situaciones difíciles y relaciones complicadas, y podríamos reaccionar rebelándonos contra a Dios, o bien podríamos "escuchar" este Evangelio y convertirnos. O sea dejar que "el escriba sabio" que está en nosotros se "acerque" a Jesús para preguntarle: "¿Señor, te ruego de iluminarme, qué hay detrás de lo que me ocurre? ¿Cual es el fundamento sobre el que apoyar mis pensamientos, mis palabras y mis gestos para cumplir la misión a la que hoy me llamas?".
Descubriríamos entonces que este día no es uno de los muchis salido a la ruleta de la vida, si no que es único e irrepetible, y que nos ha sido donado para fundar nosotros mismos en el amor de Dios y así cumplir el encargo concreto que nos ha sido confiado. Si supiéramos ponerle humildemente a Jesús la pregunta justa y acoger con igual humildad su respuesta, nosotros también sabremos como "contestar sabiamente" a Cristo, es decir amando, a los acontecimientos y las personas que hoy nos preguntarán respuestas concretas en palabras y gestos.
Jesús en efecto nos contestará que "el primero de los mandamientos" es un hecho, una verdad que Dios mismo ha revelado cumpliéndola: Él es el único Dios de nuestra vida. Si este fundamento desaparece, el amor hacia Él y hacia el próximo que consigue se convierte en incomprensible y por lo tanto imposible. ¿Cómo se puede querer a quien no se conoce? ¿Y lo conoces tú Dios? Es fácil contestar: basta con ver si en tu vida es "el primero" y "el único Dios." ¿No verdad? ¡Entonces "escucha"¡: Dios te quiere tal como eres! Te quiere hoy que te has despertado esclavo de ti mismo y de tu miedo de morir. Te quiere infinitamente, como nadie te ha querido nunca. ¿Lo crees? Quizás no, no hasta al fondo, porque no hemos aceptado todavía ser nosotros los pecadores que han crucificado a Cristo. Actuamos "por ignorancia" como los que eligieron a Barrabás, incapaces de comprender que el primero de todos los "mandamientos" estaba cumpliéndose delante de ellos en aquel Mesías que se hizo Cordero. Pero no pudieron comprenderlo sin reconocer de ser pecadores, y que justo para ellos fue necesario aquel cordero, "lo único" que pudiera tomar sobre de si sus delitos y perdonarlos. Porque el amor a Dios y al prójimo es lo primero de todos los "mandamientos" sólo para quien ha experimentado de no poder amar a causa de sus propios pecados y ha aceptado necesitar de que Cristo lo perdone y lo llene de su amor.
Así ha sido para el escriba que ha comprendido que el amor "val más de todos los holocaustos y los sacrificios." Él seguro se estaba acordando del Salmo40: "Sacrificio y oferta no agradeces, las orejas me has abierto. No has pedido holocausto y víctima por la culpa. Entonces he dicho: He aquí, yo vengo, sobre el rollo del libro de mí está escrito, que yo cumpla tu voluntad. Mi Dios, esto yo deseo, tu Ley está en la profundidad de mi corazón." Supo por lo tanto de no poder fundar su vida en los "holocaustos", y que los "sacrificios" ofrecidos por el pecado no podian cambiar su corazón. Por eso Jesús dice al escriba que ha "contestado con sabiduría" y que "no está lejos del Reino de Dios." No habia entrado todavía, pero "abriendo las orejas" para "escuchar" la Palabra para que se incidiera en su corazón, habia llegado a sus puertas. Quiso cumplir la voluntad de Dios y en este "deseo" habia encontrado en su íntimo a Jesús que, como leemos en la Carta a los Judíos, tuvo el mismo "deseo." Justo porque fue "imposible borrar los pecados con los sacrificios, entrando en el mundo, Cristo dice: Tú no has querido ni sacrificio ni hoocausto, un cuerpo en cambio me has preparado." Con su sabia respuesta el escriba depuso su deseo en el deseo de Jesús. Para entrar en el Reino no le quedaba que acoger el Shemà que Jesús estaba cumpliendo para él, el "mandamiento" que, en el amor perfecto a Dios y al próximo, "valió más que todos los holocaustos y los sacrificios."
¡Ánimo hermanos, se abre hoy delante de nosotros el Reino de Dios! Podemos entrar en ello por la puerta que es Cristo crucificado, es decir por medio de los acontecimientos que nos crucifican porque sólo en ellos Él podrá cumplir en nosotros el "mandamiento más grande": amar a Dios que "no vemos" cuando experimentamos hasta el abandono del Padre, amando al próximo que "vemos", debiles y pecadores como somos, para decir con Cristo "Padre perdonalos porque no saben lo que hacen."
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P. Antonello Lapicca