Viernes Octava de Pascua
Comentado P. Antonello Lapicca.
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ECHAR EN LA VICTORIA DE CRISTO NUESTRAS DERROTAS
Los apóstoles vieron a Jesus resucitado, y se alegraron en contemplar sus manos y el costado que testimoniaban que Él era su Maestro crucifijado tres días antes en el Golgota. Vieron muchas señales milagrosas que Jesús hizo en su presencia; escucharon las palabras con las que los unió a si mismo y a su misión: "¡Paz a vosotros! Como el Padre me ha mandado, también yo os envio; recibid el Espíritu Santo a través del que perdonar los pecados". Y así, llenos del Espíritu Santo, "después de estos hechos", Simón Pedro, Tomas dicho Dìdimo, Natanaèl de Cana de Galilea, los hijos de Zebedèo y otros dos discípulos partieron por la Galilea, dónde se encontraron juntos" cuando "Jesús se manifestó de nuevo a los discípulos sobre el mar de Tiberìade." Muchas hipótesis han sido hechas sobre la presencia en Galilea de los apóstoles, pero yo estoy persuadido que se encontraron allì en obediencia al envío de Jesus. Experimentaron el "escándalo" de la Cruz y la "dispersión" del rebaño, pero, justo para haberlo visto resucitado y haber recibido el Espíritu Santo, estaban seguros que los habría precedido en Galilea, el lugar de la misión.
No por casualidad Juan presenta a siete apóstoles juntos a Pedro: "es el símbolo de la Iglesia que es mandada a las Naciones, mientras que los Doce fueron el símbolo de la Iglesia que fue mandada a las doce tribus de Israel. En las ciudades paganas siempre hubo un consejo, el "bulé", el "Buletérion", el consejo de los siete sabios de la ciudad que tomavan las decisiones, y ahora tenemos a siete discípulos que son aquellos enviados a los paganos", (F Manns). ¿Y que hacen? "Van a pescar" con Pedro, en obediencia a las palabras con la que Jesús, justo después de la pesca milagrosa sobre las mismas orillas del Mar de Tiberiade, profetizó a Pedro y a los otros apóstoles la misión de pescadores de hombres. Allì estan, a las alboradas de la misión nacida desde la Pascua, echando las redes para pescar a los paganos.
Pero tuvieron que aprenderla como obra de Jesús, descubriendo en su propia debilidad que ella supone un combate cotidiano: aunque "el Bautismo, donando la vida de la Gracia en Cristo, borra el pecado original y vuelve de nuevo el hombre hacia Dios... las consecuencias de tal pecado sobre la naturaleza debilitada y propensa al mal le quedan en el hombre y lo provocan al combate espiritual" (Catecismo de la Iglesia Católica n. 405). Con Pedro tenemos que aprender a pasar cada día de "yo voy a pescar" a "echo mi yo en el yo soy de Jesús." Por eso nos esperan noches de quiebras dónde experimentar la derrota de la soberbia, el único impedimento a la misión. Comprendes entonces porque, a pesar de la Pascua, no logras todavía perdonar a aquella persona: la quieres pescar con los instrumentos y la pericia del pescador según la carne, incapaz de pescar a las personas sin ofrecerla a ti mismo... Por éso estas triste a pesar de que la Iglesia esté celebrando la alegría. ¡Perfecto, es el paso fundamental, la señal que el Evangelio se está cumpliendo, no el contrario!
Ánimo, porque también hoy la luz del alba de Pascua viene a nuestro encuentro para arrancarnos de la mentira. No importa si, en aquel hermano que no aceptamos, todavía no reconocemos a Jesús: importa su presencia y la pregunta que ella nos impone: "¿Tienes algo para comer?". Como decir: "¿Cómo ha ido la pesca? ¿Has querido hasta a echarte en mar para pescar de la muerte al hermano?". ¿La hostilidad y el juicio que todavía empollamos contesta por nosotros, verdad? No, no tenemos nada que ofrecer. Hemos intentado amar, pero los peces han escapado oyendo olor de egoísmo y soberbia. ¿De veras puedes contestar a Jesús con el mismo "no" de Pedro? ¿De veras aceptas la quiebra y dices "no" a tu hombre viejo? Sería el indicio que estás resurgiendo con Cristo.
Por eso Jesús pregunta a los discípulos si tienen "Prosphagion" - o sea algo que acompaña el pan, que es la comida sustancial. Para cumplir la misión hace falta aceptar no ser de ella los artífices, si no simplemente los siervos que no son mas grandes de El que los ha enviados. Eso significa entregar a Cristo las quiebras de nuestro yo "herido" en su "naturaleza debilitada y propensa al mal"; para descubrir que justo nuestra debilidad constituye el alimento de que necesita Cristo para acompañar su misión de Pan de la vida. ¿Y como se hace? Escuchando la predicación que nos ilumina para obedecer y echar nuestra vida en Él, justo donde no hayamos pescado nada. Qué significa, por ejemplo, volver del hermano que no hemos perdonado en la humildad de quien conoce su propia debilidad, echando por eso la red de la parte derecha del barco, el lado del tribunal dónde antiguamente se sentava el "abogado". Hace falta dejarnos inspirar y acompañar del Espíritu Santo que hace nuevas todas las cosas y cumple en nosotros el amor de Cristo hasta al fin.
Como el discípulo amado experimentaremos entonces que "es el Señor" a actuar misteriosamente a través de nuestra debilidad en las personas y en los acontecimientos que encontramos en la misión. Descubriremos más bien que El ha obrado ya antes de que saliéramos al mar para pescar; los ciento cincuenta y tres grandes peces tomados en el mar de la misión, en efecto, son también ellos el pez asado en el amor que Jesús ya ha preparado para nosotros en la orilla de la Pascua y que acompaña su misma vida entregada como pan para saciarnos. En hebreo "Kaal Aawa", que significa "la comunidad del amor", tiene, según la Ghematria (técnica rabínica que asignava a cada palabra un valor numérico), tiene el valor numérico de ciento cincuenta y tres (F. Manns). La comunidad cristiana que se une a El celebrando la Eucarestia es el alimento que Jesús ha pensado y eligido para acompañarlo en su misión entre las generaciones. Somos entonces como la red echada en el mar: es Él que sabe dónde, como y cuando echarla. A nosotros el Señor pide sólo de quedarnos en la barca dónde, cogidos en la red de la comunión que no se puede romper porque entregada por el Espíritu Santo, obedecer a la Palabra del Maestro.
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https://youtu.be/SHWMfq3RO5o
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ECHAR EN LA VICTORIA DE CRISTO NUESTRAS DERROTAS
Los apóstoles vieron a Jesus resucitado, y se alegraron en contemplar sus manos y el costado que testimoniaban que Él era su Maestro crucifijado tres días antes en el Golgota. Vieron muchas señales milagrosas que Jesús hizo en su presencia; escucharon las palabras con las que los unió a si mismo y a su misión: "¡Paz a vosotros! Como el Padre me ha mandado, también yo os envio; recibid el Espíritu Santo a través del que perdonar los pecados". Y así, llenos del Espíritu Santo, "después de estos hechos", Simón Pedro, Tomas dicho Dìdimo, Natanaèl de Cana de Galilea, los hijos de Zebedèo y otros dos discípulos partieron por la Galilea, dónde se encontraron juntos" cuando "Jesús se manifestó de nuevo a los discípulos sobre el mar de Tiberìade." Muchas hipótesis han sido hechas sobre la presencia en Galilea de los apóstoles, pero yo estoy persuadido que se encontraron allì en obediencia al envío de Jesus. Experimentaron el "escándalo" de la Cruz y la "dispersión" del rebaño, pero, justo para haberlo visto resucitado y haber recibido el Espíritu Santo, estaban seguros que los habría precedido en Galilea, el lugar de la misión.
No por casualidad Juan presenta a siete apóstoles juntos a Pedro: "es el símbolo de la Iglesia que es mandada a las Naciones, mientras que los Doce fueron el símbolo de la Iglesia que fue mandada a las doce tribus de Israel. En las ciudades paganas siempre hubo un consejo, el "bulé", el "Buletérion", el consejo de los siete sabios de la ciudad que tomavan las decisiones, y ahora tenemos a siete discípulos que son aquellos enviados a los paganos", (F Manns). ¿Y que hacen? "Van a pescar" con Pedro, en obediencia a las palabras con la que Jesús, justo después de la pesca milagrosa sobre las mismas orillas del Mar de Tiberiade, profetizó a Pedro y a los otros apóstoles la misión de pescadores de hombres. Allì estan, a las alboradas de la misión nacida desde la Pascua, echando las redes para pescar a los paganos.
Pero tuvieron que aprenderla como obra de Jesús, descubriendo en su propia debilidad que ella supone un combate cotidiano: aunque "el Bautismo, donando la vida de la Gracia en Cristo, borra el pecado original y vuelve de nuevo el hombre hacia Dios... las consecuencias de tal pecado sobre la naturaleza debilitada y propensa al mal le quedan en el hombre y lo provocan al combate espiritual" (Catecismo de la Iglesia Católica n. 405). Con Pedro tenemos que aprender a pasar cada día de "yo voy a pescar" a "echo mi yo en el yo soy de Jesús." Por eso nos esperan noches de quiebras dónde experimentar la derrota de la soberbia, el único impedimento a la misión. Comprendes entonces porque, a pesar de la Pascua, no logras todavía perdonar a aquella persona: la quieres pescar con los instrumentos y la pericia del pescador según la carne, incapaz de pescar a las personas sin ofrecerla a ti mismo... Por éso estas triste a pesar de que la Iglesia esté celebrando la alegría. ¡Perfecto, es el paso fundamental, la señal que el Evangelio se está cumpliendo, no el contrario!
Ánimo, porque también hoy la luz del alba de Pascua viene a nuestro encuentro para arrancarnos de la mentira. No importa si, en aquel hermano que no aceptamos, todavía no reconocemos a Jesús: importa su presencia y la pregunta que ella nos impone: "¿Tienes algo para comer?". Como decir: "¿Cómo ha ido la pesca? ¿Has querido hasta a echarte en mar para pescar de la muerte al hermano?". ¿La hostilidad y el juicio que todavía empollamos contesta por nosotros, verdad? No, no tenemos nada que ofrecer. Hemos intentado amar, pero los peces han escapado oyendo olor de egoísmo y soberbia. ¿De veras puedes contestar a Jesús con el mismo "no" de Pedro? ¿De veras aceptas la quiebra y dices "no" a tu hombre viejo? Sería el indicio que estás resurgiendo con Cristo.
Por eso Jesús pregunta a los discípulos si tienen "Prosphagion" - o sea algo que acompaña el pan, que es la comida sustancial. Para cumplir la misión hace falta aceptar no ser de ella los artífices, si no simplemente los siervos que no son mas grandes de El que los ha enviados. Eso significa entregar a Cristo las quiebras de nuestro yo "herido" en su "naturaleza debilitada y propensa al mal"; para descubrir que justo nuestra debilidad constituye el alimento de que necesita Cristo para acompañar su misión de Pan de la vida. ¿Y como se hace? Escuchando la predicación que nos ilumina para obedecer y echar nuestra vida en Él, justo donde no hayamos pescado nada. Qué significa, por ejemplo, volver del hermano que no hemos perdonado en la humildad de quien conoce su propia debilidad, echando por eso la red de la parte derecha del barco, el lado del tribunal dónde antiguamente se sentava el "abogado". Hace falta dejarnos inspirar y acompañar del Espíritu Santo que hace nuevas todas las cosas y cumple en nosotros el amor de Cristo hasta al fin.
Como el discípulo amado experimentaremos entonces que "es el Señor" a actuar misteriosamente a través de nuestra debilidad en las personas y en los acontecimientos que encontramos en la misión. Descubriremos más bien que El ha obrado ya antes de que saliéramos al mar para pescar; los ciento cincuenta y tres grandes peces tomados en el mar de la misión, en efecto, son también ellos el pez asado en el amor que Jesús ya ha preparado para nosotros en la orilla de la Pascua y que acompaña su misma vida entregada como pan para saciarnos. En hebreo "Kaal Aawa", que significa "la comunidad del amor", tiene, según la Ghematria (técnica rabínica que asignava a cada palabra un valor numérico), tiene el valor numérico de ciento cincuenta y tres (F. Manns). La comunidad cristiana que se une a El celebrando la Eucarestia es el alimento que Jesús ha pensado y eligido para acompañarlo en su misión entre las generaciones. Somos entonces como la red echada en el mar: es Él que sabe dónde, como y cuando echarla. A nosotros el Señor pide sólo de quedarnos en la barca dónde, cogidos en la red de la comunión que no se puede romper porque entregada por el Espíritu Santo, obedecer a la Palabra del Maestro.
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