Jueves de Pascua
Comentario P. Antonello Lapicca
LA PAZ QUE SURGE DE LAS HERIDAS DE CRISTO PURIFICA CADA NUESTRO PENSAMIENTO
Jesus conoce nuestros límites, y nos viene en ayuda enseñándonos sus heridas, la señal de su Amor. En aquellas heridas està escrito el cuento de nuestras quiebras, el mapa del camino de muerte que lo ha crucificado. En sus heridas hay cada uno de nosotros con su carga de pecados y el amor hasta al final. En aquellas heridas hay la garantía del perdón, que su amor ha vencido, ha sido más fuerte que cada pecado y de la muerte. Por sus heridas llega a los apóstoles y a cada uno de nosotros la luz capaz de ayudarnos a considerar y a discernir, a rechazar cada pensamiento del enemigo, a salir de la incredulidad y a lanzarnos sobre el camino de la Vida. Sus heridas y su cuerpo resucitado, transfigurado, pero así cerca de nosotros, así íntimo de tomar comida con nosotros, de alimentarse nuestro mismo alimento, El mismo vivo en nuestra comunidad cristiana es la señal inequívoca del concreto de su resurrección; Jesús come, Jesús no es una fantasma, es carne de tu carne y sangre de tu sangre. Puedes creer, rechazando cada duda, cada pensamiento como mentira solapada y venenosa que nos empuja a la muerte. Justo engastada en sus heridas, llega hoy nostostros la paz; shalom, según la Escritura, es el don del Mesías, la primicia del Reino eterno; la paz dulce y jugosa como el racimo de uva que Cristo nos lleva cuál señal de la Tierra prometida, la verdadera, la eterna, que ha explorado por nosotros entrándo allì con nuestra misma carne, dónde nos ha preparado un lugar. Por eso la paz es el gusto de la eternidad en cada nuestro instante. La paz desmigaja las construcciones del pensamiento humano, las torres de Babel de la arrogancia, los monumentos al orgullo en los que nos arriesgamos cada día. Pues La paz es un milagro porque consiste, por gracia, en dejar cada pensamiento en la mente de Dios, rendirse y sólo pensar con el pensamiento de Cristo. Y ello tiene el sabor de la Cruz. No hay otro pensamiento en Jesús, cada instante, cada situación, cada relación, cada persona, todo es visto, leído, traducido con la gramática de la Cruz, que es la puerta de la paz. Jesús llega a puertas diques justo porque la Cruz ya ha desquiciado la puerta de la muerte y ningún otro impedimento puede apartarlo de sus hermanos. La paz supera los muros, y es verdadera, real, concreto, como comer un poquito de pez asado, el alimento del Mesias.